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Prohibiciones apresuradas: una advertencia para España

España planea prohibir sabores, igualar vapers al tabaco y más. Australia ya lo hizo… y fracasó. Descubre por qué no deberíamos repetirlo.

España se asoma a una reforma profunda en la regulación del tabaco y los nuevos productos. Entre las medidas sobre la mesa están la prohibición de sabores en vapers, la equiparación normativa de los nuevos productos con el cigarrillo tradicional, la posible regulación restrictiva de las bolsitas de nicotina, e incluso la prohibición de fumar o vapear en terrazas.

Medidas ambiciosas, pero… ¿eficaces?

Antes de decidir a toda prisa, conviene observar qué ha ocurrido en otros países que ya siguieron ese camino. Y entre todos los casos, Australia se ha convertido en una advertencia clara.

Buenas intenciones, mala ejecución

Australia lanzó un paquete de medidas duras: restricciones al vapeo, sabores limitados, empaquetado estandarizado y subidas de impuestos al tabaco. Todo con la intención de proteger la salud pública.

Pero la implementación fue precipitada y mal coordinada, según denuncian expertos en salud, economía y reducción de daños. Faltó diálogo con los canales de venta legal, faltó información al consumidor y faltó un plan para sostener la transición.

Más impuestos, menos recaudación

El precio del tabaco legal superó los 30 euros por paquete (50 AUD). Sin embargo, el número de fumadores adultos se mantiene estable en torno al 11 % desde 2019. No hubo grandes cambios en el consumo… pero sí un enorme desplazamiento hacia el mercado ilegal.

Además, la recaudación fiscal cayó a la mitad: de 16.300 millones AUD en 2019–20 a solo 7.400 millones AUD previstos para 2024–25. Un agujero para las arcas públicas que ha obligado a destinar más recursos a seguridad, sin frenar el problema.

Vapeo legal en retroceso, ilegal al alza

Las restricciones al vapeo empujaron a los consumidores hacia canales clandestinos. Mientras las ventas legales no superan las 6.000 unidades al mes, el mercado negro mueve más de 10 millones de vapes ilegales cada mes.

Los jóvenes siguen vapeando, pero ahora fuera de cualquier control sanitario, fiscal o educativo. El resultado: más exposición al riesgo y cero trazabilidad.

Contrabando, violencia… y fuego

La prohibición ha abierto la puerta al crimen organizado. En Melbourne, desde 2023, se han registrado más de 125 incendios provocados en tiendas vinculadas al contrabando de tabaco. Hay más de 100 detenidos y la policía ha calificado el fenómeno como una “guerra de mafias”.

¿Y si en España repetimos el error?

España sopesa medidas similares: prohibir sabores, equiparar nuevos productos al cigarrillo tradicional, regular de forma estricta las bolsitas de nicotina o prohibir fumar en terrazas. La intención puede ser buena.

Pero si se imponen sin un plan realista, sin canales seguros y sin evaluar el impacto, pueden generar justo lo contrario: más contrabando, más consumo descontrolado y menos efectividad sanitaria.

Un estanco no puede competir con quien no paga impuestos ni cumple normas. Y si se bloquea el canal legal, el cliente no desaparece. Simplemente se va… al lado oscuro.

Aprender, no improvisar

Australia intentó reducir el humo. Pero acabó alimentando el fuego.

España aún está a tiempo de regular con cabeza, no con prisas.

Con puntos de venta responsables. Con productos alternativos trazables. Con políticas fiscales que no ahoguen el canal legal.

Porque cuando las prohibiciones se aprueban sin estrategia… el único que gana es el mercado negro.

Holanda se pasa de frenada y compara la nicotina con el crack

Una campaña antinicotina radical incluye medidas extremas, polémicas declaraciones y un efecto claro: más contrabando y pérdida fiscal.

Mientras algunos países apuestan por estrategias de reducción de daños, Holanda ha decidido endurecer al máximo su política contra la nicotina. Con medidas que van desde prohibiciones hasta comparaciones alarmistas, el Gobierno neerlandés ha lanzado un plan que busca erradicar el vapeo y el tabaco en una generación. Pero los datos empiezan a mostrar una consecuencia no deseada: el auge del mercado negro.

Una batería de restricciones sin precedentes

La propuesta es clara: aumentar la edad mínima de compra de productos con nicotina de 18 a 21 años, eliminar sabores, imponer envases genéricos, limitar la venta en línea y reducir los puntos de venta. Todo ello con un objetivo ambicioso: conseguir una generación libre de humo y nicotina para 2040.

El secretario de Estado Vincent Karremans, impulsor del plan, lo ha acompañado con una inversión de 3 millones de euros en una campaña de concienciación dirigida a padres. Pero su frase más polémica ha sido esta:

“La nicotina es la droga más adictiva después de la heroína y el crack.”

Una afirmación que ha desatado la crítica de expertos en salud pública y organizaciones internacionales como la World Vapers Alliance (WVA), que denuncian un enfoque alarmista, poco científico y contraproducente.

El mercado negro responde… y se dispara

Las consecuencias de este endurecimiento no se han hecho esperar. Según datos recogidos por medios sectoriales, basados en el análisis de 7.000 colillas recogidas en Países Bajos, el 39 % del tabaco consumido procede del extranjero, principalmente de Alemania y Bélgica. Además, un 5 % eran falsificaciones. (Fuente: Tobacco Asia, junio 2025)

Esto significa que 4 de cada 10 fumadores holandeses ya están comprando fuera del país. El dato es demoledor: el tabaco legal pierde terreno y el control sanitario y fiscal se diluye.

Además:

  • El consumo de tabaco ilícito en Países Bajos se duplicó en 2024, del 9,2 % al 17,9 % del mercado total.

  • Esta explosión del mercado negro representa más de 1.100 millones de cigarrillos ilegales adicionales, con una pérdida fiscal estimada de unos 900 millones de euros.

Y por si fuera poco, una operación internacional liderada por Eurojust desmanteló una red criminal que introdujo más de 1.500 millones de cigarrillos ilegales en contenedores, causando una merma fiscal de 550 millones de euros.

¿El vapor como enemigo o como oportunidad?

Mientras Holanda cierra filas, países como Suecia, Reino Unido o Nueva Zelanda optan por una política más matizada, donde los vapeadores y productos de riesgo reducido se regulan pero se presentan como herramientas útiles para dejar de fumar.

Comparar el vapeo con el crack no solo es científicamente incorrecto, sino que puede alejar a muchos fumadores de alternativas que sí han demostrado ser eficaces en la reducción de daños.

¿Prohibir o convencer? Esa es la cuestión

El verdadero dilema es estratégico. La intención de proteger a los jóvenes es legítima. Pero aplicar un enfoque exclusivamente restrictivo, sin matices ni alternativas, lleva al fumador al margen del sistema y empuja las ventas al mercado negro o al extranjero.

La salud pública no puede basarse solo en prohibiciones. Necesita regulación inteligente, campañas educativas realistas y cooperación con los canales legales.

Conclusión: prohibir sin alternativas tiene un coste

Holanda quiere erradicar la nicotina. Pero en su intento, está perdiendo el control del mercado, desplazando el consumo hacia el extranjero, abriendo la puerta al contrabando y debilitando su recaudación fiscal.

Reducir el tabaquismo sí. Pero con inteligencia, no con alarmismo. Y sobre todo, sin criminalizar al fumador ni a quienes tratan de ayudarle a dejarlo.

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