Un filtro de tabaco pasa por muchas manos antes de terminar su ciclo: proveedores de acetato de celulosa, empresas importadoras, fabricantes de filtros, tabaqueras y marquistas, distribuidoras de tabaco, comercio minorista —estancos y puntos de venta con recargo— y, finalmente, los consumidores. Pero, ¿dónde acaba después?
Las calles de pueblos y ciudades están repletas de colillas de tabaco, también las playas. No se recogen y no se reciclan; es decir, el incivismo ciudadano se une al cómodo e histórico pasotismo del Gobierno. Y cuando se juntan el hambre con las ganas de comer…
No es que ahora, de pronto, la sociedad se haya impregnado de un pulcro sentido de la responsabilidad y decencia, de una verdadera preocupación por el planeta; ni tan solo de una cierta concienciación para con el resto de la sociedad. Lo que pasa es que hay que aplacar a Europa, que apremia con cerrar el grifo si el Gobierno no empieza a ocuparse de lo que es su deber.
En resumen: las colillas no se reciclan porque ningún gobierno se ha preocupado, a día de hoy, de establecer y organizar un sistema de reciclaje de colillas adecuado, como se hizo en su día con las pilas, baterías, papel, plástico, materia orgánica, etc. Tampoco han lanzado campañas de sensibilización suficientes hacia el planeta y el medio ambiente como se hizo también en su día, por ejemplo, para prevenir el fuego en el bosque. No pretendemos disculpar cochinadas como dejar las colillas en la playa o en el bosque, pero ante actitudes generalizadas de este tipo, no hubiera estado de más alguna medida de concienciación ciudadana.
▪ Las tabaqueras tendrán que recoger las colillas: ¿seremos los siguientes?
En breve, las tabaqueras tendrán que sufragar el coste de limpiar y reciclar las colillas de tabaco, una obligación que tenían que asumir desde el pasado 6 de enero pero que ha quedado, de momento, pospuesta sin fecha concreta. Todavía quedan aspectos por definir antes de aprobar el correspondiente real decreto.
La Ley de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular entró en vigor en abril de 2022. Incorpora la prohibición de fumar en las playas para evitar la contaminación por colillas y traslada a los ‘productores’ —la industria del tabaco— el coste de recogida y reciclaje de los filtros. Una responsabilidad que se irá ampliando hasta 2025.
Y nosotros nos preguntamos: ¿Y qué sucederá luego? ¿Seremos los estancos los siguientes?; ¿la hostelería? Esperemos que se tenga en cuenta al sector antes de diseñar futuras políticas medioambientales y que recuerden que casi un 85 % del precio del tabaco son impuestos, lo que da para mucho ¿verdad?