Prohibir los sabores en el vapeo iba a reducir el tabaquismo… pero pasó todo lo contrario. Descubre el caso de Dinamarca, Estonia y Holanda.
Las prohibiciones de sabores en productos de vapeo prometen proteger a los jóvenes, pero en Dinamarca, Estonia y Países Bajos, han generado efectos inesperados. ¿El resultado? Más tabaquismo, un mercado negro en auge y consecuencias económicas negativas.
Dinamarca: cuando lo legal no es suficiente
En 2022, Dinamarca prohibió los sabores en los vapeadores, excepto el mentol. ¿La intención? Reducir el consumo juvenil. ¿La realidad? El efecto fue el contrario.
Tras la medida, el tabaquismo entre jóvenes aumentó entre un 30% y 35%. Sin acceso a sabores que los alejaban del cigarrillo, muchos volvieron al tabaco convencional. Además, el 50% de los vapeadores ahora recurre al mercado negro para obtener sabores frutales o dulces. Un problema sanitario y económico.
Estonia: el mercado negro domina el juego
En Estonia, la prohibición de sabores (excepto mentolados) llegó en 2020. Pero lejos de proteger a la población, esta medida impulsó el contrabando y el tabaquismo.
El 60% de los vapeadores sigue consumiendo sabores prohibidos, pero ahora los adquieren ilegalmente. Esto no solo pone en riesgo la salud de los consumidores, ya que los productos no están regulados, sino que también elimina cualquier control sobre la venta a menores.
Países Bajos: un caso extremo
En Países Bajos, la prohibición es total. Ningún sabor está permitido, más allá del tabaco. ¿El resultado? El 80% de los vapeadores ha optado por el mercado negro.
El impacto económico es brutal. Se pierden ingresos fiscales que superan los 50 millones de euros anuales, mientras las tiendas legales luchan por sobrevivir. Al mismo tiempo, el aumento del consumo de cigarrillos tradicionales entre los jóvenes demuestra que esta medida no ha cumplido su objetivo.
Cuando las prohibiciones fallan
Los casos de Dinamarca, Estonia y Países Bajos son un claro ejemplo de políticas mal enfocadas. En lugar de proteger a los jóvenes, estas medidas impulsan el tabaquismo tradicional y abren las puertas a un mercado negro peligroso.
Las prohibiciones no solucionan el problema; lo empeoran. Regular con inteligencia, enfocándose en limitar el acceso a menores y mantener sabores atractivos para adultos, está demostrado que es una alternativa mucho más efectiva.
La lección que no podemos ignorar
La experiencia de estos países deja algo claro: las prohibiciones totales no funcionan. Si España u otros países quieren reducir el tabaquismo y proteger a los jóvenes, deben aprender de estos fracasos.
Es hora de diseñar políticas equilibradas que protejan a las nuevas generaciones sin dejar de lado a los adultos que buscan alternativas menos dañinas. Porque repetir errores no debería ser una opción.