Barcelona va camino de convertirse en el nuevo Ámsterdam gracias a las floristerías. Las tiendas cannábicas han iniciado una expansión sin precedentes en la ciudad que mantiene en vilo a los comerciantes, y muy especialmente, al Gremio de Floristas. Porque la marihuana es una planta y las plantas se venden en las floristerías, ¿no?
El estanco-floristería es una utopía, por supuesto, una ironía para mostrar nuestra disconformidad con el inexplicable veto impuesto a los estancos por el Comisionado para el Mercado de Tabacos. Somos los únicos que no podemos vender aquello que todos los demás venden y que, además, se fuma. Pero no somos los únicos disgustados.
Inexplicable auge de nuevas floristerías
El Gremio de Floristas de Cataluña se percató de que en un breve espacio de tiempo, y sin razón aparente, se otorgaba un número desproporcionado de nuevas licencias. Empezaron a sospechar. La sorpresa llegó cuando comprobaron que se trataba, en realidad, de tiendas de productos relacionados con el cánnabis que operan con el epígrafe fiscal de una floristería. Calculan que hay entre setenta y ochenta.
¿Y por qué una floristería? —se pregunta uno—, si venden chocolates, bebidas, aceites, cigarrillos de marihuana ya preparados (los porros de toda la vida, vamos), caramelos, piruletas, camisetas…
El pretexto es que la planta de la marihuana es la base los productos que se ofrecen en estos establecimientos —sin perjuicio de su [dudosa] legalidad. Y si la marihuana es una planta, pues habrá que venderla en una floristería. Y obtener la licencia de floristería es fácil.
Las floristerías no son las únicas que se quejan. También lo hacen las asociaciones de comerciantes. Barna-Centre contabilizó doscientas en el mes de junio, concentradas en puntos turísticos.
Al final, todos pedimos lo mismo: regulación, que esto ya parece El Corral de la Pacheca.
Unos productos tan controvertidos únicamente deben distribuirse y comercializarse en establecimientos autorizados y rigurosamente controlados como los estancos.