La hoja de tabaco, ¿problema solucionado?

El comercio ilegal de hoja de tabaco, que hemos visto cómo iba en aumento, parece que está siendo atajado. Los cambios legislativos y la toma de conciencia sobre el problema parece que empiezan a dar resultado.

A principios de año se aprobó un real decreto que pone orden y control al comercio del tabaco crudo. Es decir, la hoja, que convenientemente secada y triturada, se utiliza para fabricar cigarrillos, entre otros. Este mayor control vino a sumarse a la vigilancia de la venta ilícita de tabaco de liar.

Los argumentos del Gobierno para vigilar estos productos son principalmente dos. El primero, como ya nos podemos imaginar, el económico. Y es que, si esta hoja ilegal o esa picadura se utiliza para fabricar cigarrillos ilegales, estos no pasan por el filtro de los impuestos. Eso es mucho dinero que no llega a las arcas del Estado. Y el segundo, otro argumento clásico del sector: el sanitario. Porque estos cigarrillos fabricados con materia prima clandestina no cumplen —o no se puede saber— con los requisitos sanitarios exigidos.

Pero también se esgrime, y aquí alguien se acuerda del sector, la pérdida que sufren todos los operadores legítimos por el contrabando. Es decir: toda la cadena del tabaco –desde la fabricación hasta la venta–. Todo el tabaco de liar que el estanco deja de vender. ¡A ver si empiezan a venir por tabaco! Ese tabaco crudo o procesado que no pasa por los estancos son ingresos que se pierden. Ventas que se dejan de hacer.

Un contrabando menor, pero real

Desde hace unos años, la venta ilegal de hoja de tabaco ha vivido un fuerte aumento. Probablemente, a raíz de la mayor vigilancia y trazabilidad del producto acabado. Los estanqueros de mostrador saben mejor que nadie de la existencia de ese contrabando. La hoja cruda, tal cual crece en el arbusto, es objeto de venta ilegal. Sea por internet, sea por otras vías.

Todos los estanqueros tienen algún cliente que viene regularmente a comprar boquillas y papel. Sí, es fiel al estanco. Es un cliente. Eso se agradece. Sea una vez a la semana, cada quince días o una vez al mes, acaba haciendo acto de presencia. Pero curiosamente, nunca pide tabaco de liar, sólo los «complementos» externos. ¿Con qué rellena ese papel, entonces? Aire seguro que no fuma…

Pero los cambios legislativos ya están dando frutos. En el último año se han retirado casi 2.000 anuncios de tabaco de liar, colgados en plataformas de compraventa y en redes sociales, entre otros. Este mismo camino es el que seguirán los anuncios de hoja de tabaco, que es cada vez más difícil de encontrar de forma ilegal. Esperemos que los estancos vayan recuperando gradualmente al comprador que necesita el «relleno».